miércoles, 12 de diciembre de 2012

“Hay algunos obsesos de prudencia, que a fuerza de querer evitar todos los pequeños errores, hacen de su vida entera un solo error ” Graf

lunes, 10 de diciembre de 2012



Luego del fallecimiento de su madre, Bautista Meleño, desgarrado de dolor, tuvo el impulso de tomar su auto y huir del velatorio.  Era de noche y, llorando, mientras conducía a una extrema velocidad, por alguna razón las calles y rutas de la ciudad lo condujeron a aquel parque de diversiones, el cual no había pisado desde sus 14 años.
Decidió entrar. Recordaba perfectamente como infringir las rejas y cerramientos del lugar. Una vez dentro, sus piernas eligieron al laberinto de los espejos como primer entretenimiento. Yo le tenía miedo- pensó y se detuvo ¿Qué estoy haciendo? Ya estoy grande- se dijo y entró.
Creyendo que encontrar la salida sería fácil, recorrió el laberinto con rápidos largos pasos. Viéndose en todos lados, cayó como todos los demás. Se perdió. Su reflejo acá, ahí y allá lo incomodaba. Las paredes lo apretaban y el techo pisaba su cabello. Mareado y lleno de gotas de transpiración que jugaban en su cuerpo, se desmayó.
Luego de unas horas Bautista se despertó.  Ya era de día.  Abriendo los ojos lentamente, las imágenes volvían a él.  Pronto notó que su reflejo no estaba en ningún lado, ni acá, ni ahí, ni allá, sólo veía caras y más caras desconocidas. Sintiendo cada marco como una de sus extremidades y los vidrios como su piel, cambiaba mil y una veces su recorrido intentando perder a sus visitantes y no pasar el resto de su “vida” solo.

domingo, 9 de diciembre de 2012